Asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta

 Luis Donaldo Colosio: el magnicidio que desató la espiral de violencia que padece México

El magnicidio ocurrió por la tarde. Luis Donaldo Colosio, candidato oficialista a la presidencia de México, se abre paso entre una multitud tras concluir un evento político en Tijuana, Baja California.

De pronto alguien acerca una pistola a la cabeza del político y dispara. Colosio se desploma. El presunto homicida, Mario Aburto, es detenido.

En los siguientes minutos sólo hay desorden, hasta que los guardias logran llevarlo a un hospital. Horas después es declarado muerto.

Fue el 23 de marzo de 1994. Ese miércoles México empezó a cambiar. El país, coinciden especialistas, entró en un proceso de violencia que, 25 años después, todavía no cesa, por la crisis económica miles de personas perdieron sus empleos o propiedades.

Según datos del gubernamental Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi), en 1996 el índice de personas con pobreza patrimonial fue del 69% de la población.Además de las dificultades económicas el país vivía un paulatino incremento en violencia e inseguridad. En junio de 1995 fueron asesinados 17 campesinos en el paraje de Aguas Blancas, Guerrero, a quienes atacaron policías estatales.

El incidente provocó la aparición pública del Ejército Popular Revolucionario (EPR), un movimiento armado heredero de grupos guerrilleros formados en los años 60 y 70. Mientras, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se había alzado en armas el 1 de enero de ese año, denunció hostigamiento de paramilitares en sus comunidades de Chiapas, en el sureste del país.
Contexto
Luis Donaldo Colosio obtuvo la candidatura presidencial bajo el procedimiento informal conocido como "destape", acostumbrado durante los gobiernos priistas en México. En él, aproximadamente un año y medio antes de la fecha de las elecciones, se empezaban a manejar en los medios de comunicación los nombres de quienes podían obtener la nominación del PRI, todos pertenecientes al gabinete del presidente en turno, porque era este quien en realidad designaba directamente al candidato a través del mecanismo conocido como dedazo.​ Durante casi sesenta años, al tratarse de un sistema prácticamente unipartidista, al "destapado" se le consideraba como el nuevo presidente y la campaña se afrontaba como un trámite. Ello explica parte del gran daño sistémico que este atentado causó al régimen político mexicano: aunque ya en 1988 se había presentado un proceso electoral lo suficientemente competido que incluso se presume fue fraudulento, Colosio era visto como el sucesor de Carlos Salinas.

El "destape" de 1993 cumplió puntualmente con todas las reglas no escritas: el PRI anunció el apoyo de los sectores obrero, campesino y popular a favor de Luis Donaldo Colosio, secretario de Desarrollo Social, el 28 de noviembre de ese año. Aunque se manejaron varios nombres más, se considera que los otros precandidatos "finalistas" fueron Pedro Aspe Armella, secretario de Hacienda (SHCP), y Manuel Camacho Solís, titular del Departamento del Distrito Federal (DDF).​ En los reacomodos políticos posteriores a la designación, Aspe continuó en la SHCP; Camacho renunció al DDF en represalia por no haber obtenido la nominación, aunque luego aceptó hacerse cargo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), y Zedillo fue nombrado por Colosio coordinador de su campaña electoral, en un movimiento operado por José María Córdoba que se vio como un intento de Salinas por imponer su proyecto político. Durante varios sexenios, el candidato presidencial priista nombraba como coordinador de campaña a quien sería su sucesor al terminar el sexenio. Esa regla se cumplió con Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas y Luis Donaldo Colosio, quienes nombraron como sus coordinadores a Salinas, Colosio y Ernesto Zedillo, respectivamente. Aunque existen indicios de que la llegada de Zedillo al equipo colosista fue una imposición de Salinas, éste sostiene que fue el propio candidato quien lo solicitó

El discurso del 6 de marzo
Colosio y su equipo decidieron relanzar la campaña en la ceremonia del 6 de marzo, en un evento de masas en el Monumento a la Revolución. Numerosos analistas políticos afirman, que el discurso que leyó ese domingo significó un punto de ruptura de Colosio con Salinas de Gortari, como una suerte de separación padre-hijo; los más suspicaces, que fue su sentencia de muerte.

Con un componente emotivo inspirado en el «Yo tengo un sueño» de Martin Luther King, ideológicamente el discurso no se alejó de las tesis del liberalismo social esgrimidas por el salinismo desde 1988, enfatizando valores como democracia, reforma política, nuevo federalismo y soberanía. Lo políticamente significativo fue que propuso un distanciamiento del PRI con el gobierno, estableciendo límites constitucionales al presidencialismo dándole más facultades al Congreso de la Unión, lo que significaba una reforma profunda al sistema político e implícitamente criticaba y representaba un rompimiento de Colosio con el régimen que lo había encumbrado.

Aunque es creencia popular que ese discurso le costó la vida, en el pasado Colosio ya había criticado al presidencialismo. En 1990, cuando era dirigente nacional del PRI, durante un evento multitudinario realizado en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México, llamó a "poner punto final a la perversión política de las decisiones cupulares y centralizadas, la imposición y la antidemocracia". En el marco de la 14 Asamblea Nacional de PRI, expresó su deseo de "transformar nuestro partido para que prevalezcan los métodos democráticos, se desechen el autoritarismo, la política burocrática, los dogmatismos y la arbitrariedad".

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